miércoles, 28 de septiembre de 2011

Barcelona le da la espalda a la "Tortura estética"

El sábado se celebró en Barcelona la última corrida de toros de la ciudad. Si bien es cierto que Cataluña es una región separatista, están acabando con uno de los símbolos más arraigados en España: la tauromaquia. La lucha entre Madrid y Cataluña se ha dado en todos los sentidos: Madrid-Barcelona, Español-Catalán, Real Madrid-F.C. Barcelona, etc.
   Carlos Fuentes habla sobre los toros: (en La arena española en el capítulo I-La virgen y el toro de El espejo enterrado) "Su representación se extiende desde los toros yacientes de Osuna, que datan de la época ibérica y los siglos IV y III a.C., a la espléndida representación celta de los toros guardianes de Guisando, que pudieron ser firmados por Brancusi, al toro negro en los anuncios que hoy se encuentra en todos los caminos de España, invitando a consumir el brandy de Osborne. Pero la representación moderna del toro español acaso culmine con la cabeza trágica del animal que preside la noche humana en la Guernica de Pablo Picasso."

Toros de la cueva de Altamira

Toros de Guisando

Toro de Osborne

Él mismo habla de los orígenes míticos de la tauromaquia en España: "El primer matador es el héroe nacional ateniense Teseo, vencedor del minotauro. Hércules, su contemporáneo, es quien lleva la mitología del toro a España. Como Teseo, Hércules mata a un toro con aliento de fuego en Creta. Pero también viaja a España, donde roba el rebaño de toros rojos pertenecientes al gigante con tres cuerpos, Gerión, y los regresa a Grecia." Por otro lado más mundano Mariano José de Larra dice: (en Corrida de toros en Articulos varios tomo I ed. Castalia) "En el siglo XIII , y hacia sus mediados, después de hechas las paces con los moros, [...] fue cuando nuestra nobleza, que parecía quedar ociosa, se entregó a esta clase de diversiones, haciendo de ellas una función nacional". Antes de que entrara la tauromaquia en España: "Hasta entonces, las fiestas de los españoles se reducían a las que tomaron de los moros [...] reducidas a soltar en una plaza dos cerdos. Dos ciegos, o, por mejor decir, dos hombres vendados salían, armados de palos, y divertían al pueblo con los muchos que se pegaban naturalmente uno a otro. Diversión sencilla, pero malsana a los lidiadores, los cuales se quedaban con el animal si acertaban a darle."
   Larra dice: "Como los toros era una fiesta privativa de los nobles, le era prohibido a la plebe el entrometerse en ella hasta el toque de desjarrete, el que sonaba después que los caballeros habían alanceado completamente el toro. Entonces la multitud se arrojaba a la plaza, no de otro modo que en nuestras insoportables y brutales novilladas, armada de palos, chuzos y venablos, y corría atropelladamente a matar al toro como podía".
   Naturalmente la plebe no podía darse el lujo de matar a un toro por diversión, entonces remataban a los toros que quedaban moribundos por los nobles, y como dejaban inmovilizados a los animales, porque usaban una lanza con una punta de media luna (símbolo religioso moro) para cortarle los tendones de las patas. 
   Fuentes en cambio realza la figura del torero: "Con la pierna adelantada y la cadera doblada, el matador, convoca al toro con la capa: ahora el toro y el torero se mueven juntos, hasta culminar en el pase perfecto, el instante asombroso de una cópula estatuaria, toro y torero entrelazados, dándose el uno al otro las cualidades de fuerza, belleza y riesgo, de una imagen a un tiempo inmóvil y dinámica. El momento mítico es restaurado: el hombre y el toro son una vez más, como en el Laberinto de Minos, la misma cosa." Y habla de un mítico torero: "Pedro Romero fue pintado por Goya cuando el matador tenía 40 años. Romero inició el toreo moderno en la arena de Ronda. A lo largo de su vida mató 5,558 toros bravos, y murió a los 80 sin una sola cicatriz en su cuerpo."

 Retrato de Pedro Romero por Goya

Larra comenta finalmente: "Así es que amanece el lunes, (En esos tiempos las corrídas eran en lunes) y parece que los habitantes de Madrid no han vivido los siete días de la semana sino para el día en que deben precipitarse tumultuosamente en coches, caballos, calesas, y calesines, fuera de las puertas, y en que creen que todo el tiempo es corto para llegar al circo, adonde van a ver a un animal tan bueno como hostigado, que lidia con dos docenas de fieras disfrazadas de hombres, unas a pie y otras a caballo, que se van a disputar el honor de ver volar sus tripas por el viento a la faz de un pueblo que tan bien sabe apreciar este heroísmo mercenario. Allí parece que todos acuden orgullosos de manifestar que no tienen entrañas, y que su recreo es pasear sus ojos en sangre, y ríen y aplauden al ver los destrozos de la corrida."






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